Es María una mujer de mundo, que recorre de aquí a allá esas calles solitarias, paseando por ciudades extrañas, manejándose en los silencios y en esos cielos emocionales empapados de profundo amor. Ella me enseñó ese "viaje" interior a lo más profundo del ser humano. Encontrar en las emociones nuestro "yo" más profundo, jugándonos la verdad en la que creemos. Un sueño que compartimos con generosidad desbordada, de manos azotando el alma en cada abrazo, de sonrisas clavadas en la piel, de la complicidad y del esfuerzo moviendo a cada uno a cumplir sus retos. Son tus palabras fiel reflejo de lo que he aprendido en este tiempo. Creer en nosotros mismos, escucharnos y querernos hacia adentro para demostrar que existen razones para creer, razones para luchar y razones para vivir.
He aquí este homenaje a Maria Tremiño Gómez, que me enseñó tantas cosas sin decir nada, con palabras huecas que se esconden detrás de gestos y miradas que lo dicen todo.
"Habito en una casa cargada
de memorias, por si el olvido me coge de improviso. Museo emocional, que alberga “sinrazones” que nadie guardaría y que yo adoro. No tienen valor
al cambio y, de tenerlo, yo nunca lo sabré porque no las cambiaría ni por
cromos.
El banco, muy amable, me
deja usufructuarla mientras pague... Entre tanto, la habito y me transforma, me
habita y la transformo.
Papeles, pingajos,
muñequitos, postales, cajitas y botellas, sombreros, maletas que no salen de
viaje, que de vez en cuando las abro, cuando soy buena y me gano una sorpresa. Un
viejo tablero de la oca que esconde los secretos de mi infancia y los revela,
cuando estamos a solas. Una nota que, a pesar del polvo que soporta, me viene a
recordar, de cuando en vez, que yo también mentí, también viví las trampas.
Los libros que leí, los
que consulto para satisfacer esta necesidad que demanda mi mente, de entender
cuanto siento. Quizá no está en los libros, pero los leo. Hoy sé que está en mi
adentro. Y cuadernos, cientos y millares de cuadernos con versos ordenados y
otros sueltos, papeles, servilletas robadas en los bares en vanidoso impulso
por retener aquellos versos que se escapan, que se vierten sin aviso racional,
que se me derraman sin tregua alguna. Calabazas de inspiradoras formas,
fotografías de seres que yo amo, Instrumentos que acaricio con una extraña
nostalgia, por no poder tocarlos. Pañuelos, telas, plantas, deseos conclusos e
inconclusos, un sin fin de pequeños enseres que me diera mi madre “para el
cortijo”... Regalos y detalles con nombre y apellido que evocan un lugar, un
tiempo, un sonido, un olor... y un afecto. La casa tiene vida propia. Las
cajas, de frutas y verduras, son las estanterías que, a duras penas, consiguen
soportar la intensidad que las desborda. Un bastón, el bastón cuya empuñadura
conserva aún el calor, el humor, un poco de dolor, la alegría, la honestidad...
un especial sentido de la vida y toda la sabiduría que mi padre me heredara. Su
bastón, que estuvo sosteniendo todo el peso que él ya no podía soportar.
Es este caos,
escrupulosamente ordenado, me ando desmontando y construyendo, en armonía con
todo alrededor, el silencio apacible, que no suele romperse, salvo por
golondrinas, abejarucos, alguna voz, ladrido o un motor lejano y, de noche, un
ruiseñor... convierten a este espacio en un lugar sagrado donde, como si del
útero materno se tratara, me siento segura, libre y creadora.
Me gusta conversar con
las, al menos, siete “diosas” que llevo dentro, auténticos debates con tan
dispares perspectivas que no puedo por menos que abrirme a lo posible y dudar
de todas mis certezas y en esta soledad enriquecida me atrapo en contradichos
sin ninguna vergüenza.
Me hermano con personas
capaces de serme tan sinceras que, a veces, hasta duela. Agarro este dolor, me
vuelvo a casa y lo pongo, como tema de debate, sobre la mesa. Las diosas que me
asisten, tertulianas, lo constatan, el dolor está en mi, no viene del afuera.
Todo lo que yo siento, dolor, tristeza, miedo, rabia... lo hemos construido
entre ellas y yo y sólo nosotras podemos deshacerlo o mantenernos allí para
seguir sufriendo.
Soy adicta al tabaco y la
ternura, soy animal de ternura y tengo el privilegio de encontrarla en cada
rinconcito de mi vida, en las miradas, en Anxa (la mensaxeira), la gata que me
acompaña y que me ama, en toda la infancia que no escapó de mi, que se mantiene
y me permite sorprenderme cada cientos de veces que una misma belleza se me
repite, en las plantas, en Olmo cuando me mira.... Cachorrito que, junto a
Anxa, se han aparcado en mi alma para enseñarme a amar sin tonterías. Ni puedo
ni quiero dejar de estremecerme cuando una persona, mayor que yo, se me cruza
en el camino, cuando germina una semilla, cuando brota una hojita que anuncia
nueva vida... en los abrazos, en la risa, en el dolor ajeno, en los sueños
compartidos, construidos en equipo sin otra pretensión que ser equipo.
Creo en mis diosas, que
viene a ser como creer en mi, terapia sanadora que yo les recomiendo; y cuando
me levanto, casi cada mañana, hablo con ellas frente al espejo y les pregunto:
¿Cómo queréis hoy el día, triste o alegre?. Se pueden suponer lo que
responden... Pero yo insisto: ¿Qué cosas nos ponen alegres, con qué actos
disfrutamos?, tan fácil como perseguir mis goces y alegrías.
Hoy sé que cada cual tiene
sus diosas o sus dioses y que con ell@s se manejan los afectos. A veces nos
salimos a buscarlos, nos olvidamos que están adentro....
Me mueve sólo aquello que,
sin gastar palabras, se derrama en los actos; y no en actos cualquiera, en
actos solidarios, en actos creativos, en actos con amor, amor de equipo... en
actos que requiebran por dentro, que tocan el sentir, que duelen cuando gozas,
que nacen, necesarios, que me hacen llorar mientras me satisfacen, donde huelo
la entrega sin espera, donde las sonrisas, los abrazos, las miradas y el
esfuerzo son sinceros, donde mi compromiso es el relajo para jugarme entera y
creativa, abierta y receptiva, atenta a las señales que envía el corazón
cuando, desde esta honestidad, se abre vulnerable. Actos que tocan emociones
porque, como ya he dicho en más de una ocasión, al fin y al cabo, es eso lo que
somos, “Emociones con patas”.
Desde mi aventura con el
cáncer y dado que antes tuve que gastarme en los desgastes que demos en llamar
“urgencias” de la vida (el pago de hipoteca y otras vainas), he decidido, en la
medida de mi posible, dedicarme a lo “importante”, como dice mi amigo y hermano
Javier Márquez González: “Emocionar, emocionándome”.
La vida es generosa
conmigo y me viene trayendo todo aquello que mis diosas y yo le pedimos. A
veces me resisto, por eso de la urgencia y ella, mi vidita, que es osada y
atrevida, me pega un vapuleo con lo que llamo “patadas en el culo”. La última
patada, cáncer de mamas en dos tumores, servidos en bandeja con Lupus, ha sido
suficiente para entenderlo. Aquí todo cambió, ya no me resistí, dejando que la
vida, la buena, la sabia y generosa me arrastrara, exactamente, a donde yo
quería llegar.
De la mano de Javier
Márquez me voy a Huelva a conocer al equipo, al Club de Atletismo de San
Bartolomé de la Torre y el temerario proyecto emocional: “5 Retos x Huelva”
que, como un regalo, me agarra las entrañas, me rompe y recompone, me abre, me
inspira, me transforma, me lleva, vagabunda, por el goce, me asusta, me
excita... me atrapa desde el sentir del pueblo Bartolino, de sus gentes,
me deja amar y sentirme “bienamada”. Proyecto que define exactamente aquello
que me mueve, que sin gastar palabras solidarias que sólo llenan bocas y oídos
de las misma personas, recorre la provincia dejando toda ella sembrada con las
huellas de un grupo de fondistas que vuelcan su energía en cada golpe de pie
sobre la tierra, para llegar a meta con el corazón desgarrado entre sus ojos,
sus manos y sus labios; que van acompañados y asistidos por parte del equipo
que, por la misma razón, también llevo su huella adherida a mi pecho y mis
entrañas. Huellas que no borrarán ni el tiempo ni la lluvia, como tampoco han
de borrar los gestos de dolor y de alegría, abrazos, sudor, desplome,
sonrisas... cada instante, cada emoción, cada detalle... recreados en el
magnífico legado que nos deja el objetivo de Carmen Núñez, cuya esencial mirada
nos permite ser testigos de todo este proyecto.
No puedo por menos que
estar agradecida al pueblo Bartolino, al Club de Atletismo San Bartolomé, a las
personas que lo forman, a sus familias que han estado allí, colaborando y
apoyando esta aventura y a Triunviral Films que supo plasmar en el corto “el
viaje” la fuerza y el coraje que cada personita llevamos dentro y que puede
permitirnos vivir la intensidad que nos regala la vida, el alma que han logrado
transmitir estos maravillosos “5 Retos x Huelva”.