Me puse frente al espejo. Pude verte allí, desnudo, mirándome sin pestañear, observando con detenimiento rasgos que se me escapaban últimamente. Me detuve en tu rostro apagado, sin brillo y de ojeras profundas que no dejaban salir esa bonita sonrisa, una luz interior que se apagaba por momentos.
¿Porqué me miras de esa manera? ¿Acaso crees que no sufro igual que tú? Me duele ver como pasan los días y aún no has hecho nada para cambiar tu vida.
Tenemos poco tiempo para disfrutarla, ¡a qué esperas!. Sí, a tí, que me regalas miradas tristes.
¡Sonríe!, ¡alégrate! que estoy aquí para ayudarte. Soy tu yo positivo, el que quiere enseñarte que ser positivo debe vencer a lo demás.
Mañana puede ser tarde y quizás no hayamos tenido tiempo de decirnos muchas cosas.
¡Arréglate! Empieza a hacer planes, quedemos con amigos. Vamos a viajar, a sentir y compartir experiencias. Nos encontraremos con dificultades y problemas, pero no podemos poner excusas y debemos enfrentarnos a ellas.
Mirándote a través del espejo ví a quien yo no quería ver. Esa era otra persona en la que yo me había convertido sin darme cuenta.
Sólo mirando con detenimiento a ese espejo, en tu reflejo, fui capaz de aceptar que siempre hay una oportunidad para cambiar. Ya lo hice y espero que tú también lo hagas.
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