martes, 25 de octubre de 2016

Una vida en la memoria

Es María una mujer de mundo, que recorre de aquí a allá esas calles solitarias, paseando por ciudades extrañas, manejándose en los silencios  y en esos cielos emocionales empapados de profundo amor.  Ella me enseñó ese "viaje" interior a lo más profundo del ser humano. Encontrar en las emociones nuestro "yo" más profundo, jugándonos la verdad en la que creemos. Un sueño que compartimos con generosidad desbordada, de manos azotando el alma en cada abrazo, de sonrisas clavadas en la piel, de la complicidad y del esfuerzo moviendo a cada uno a cumplir sus retos. Son tus palabras fiel reflejo de lo que he aprendido en este tiempo. Creer en nosotros mismos, escucharnos y querernos hacia adentro para demostrar que existen razones para creer, razones para luchar y razones para vivir.

He aquí este homenaje a Maria Tremiño Gómez, que me enseñó tantas cosas sin decir nada, con palabras huecas que se esconden detrás de gestos y miradas que lo dicen todo.





"Habito en una casa cargada de memorias, por si el olvido me coge de improviso. Museo emocional, que alberga “sinrazones” que nadie guardaría y que yo adoro. No tienen valor al cambio y, de tenerlo, yo nunca lo sabré porque no las cambiaría ni por cromos. 
El banco, muy amable, me deja usufructuarla mientras pague... Entre tanto, la habito y me transforma, me habita y la transformo.



Papeles, pingajos, muñequitos, postales, cajitas y botellas, sombreros, maletas que no salen de viaje, que de vez en cuando las abro, cuando soy buena y me gano una sorpresa. Un viejo tablero de la oca que esconde los secretos de mi infancia y los revela, cuando estamos a solas. Una nota que, a pesar del polvo que soporta, me viene a recordar, de cuando en vez, que yo también mentí, también viví las trampas.


Los libros que leí, los que consulto para satisfacer esta necesidad que demanda mi mente, de entender cuanto siento. Quizá no está en los libros, pero los leo. Hoy sé que está en mi adentro. Y cuadernos, cientos y millares de cuadernos con versos ordenados y otros sueltos, papeles, servilletas robadas en los bares en vanidoso impulso por retener aquellos versos que se escapan, que se vierten sin aviso racional, que se me derraman sin tregua alguna. Calabazas de inspiradoras formas, fotografías de seres que yo amo, Instrumentos que acaricio con una extraña nostalgia, por no poder tocarlos. Pañuelos, telas, plantas, deseos conclusos e inconclusos, un sin fin de pequeños enseres que me diera mi madre “para el cortijo”... Regalos y detalles con nombre y apellido que evocan un lugar, un tiempo, un sonido, un olor... y un afecto. La casa tiene vida propia. Las cajas, de frutas y verduras, son las estanterías que, a duras penas, consiguen soportar la intensidad que las desborda. Un bastón, el bastón cuya empuñadura conserva aún el calor, el humor, un poco de dolor, la alegría, la honestidad... un especial sentido de la vida y toda la sabiduría que mi padre me heredara. Su bastón, que estuvo sosteniendo todo el peso que él ya no podía soportar.


Es este caos, escrupulosamente ordenado, me ando desmontando y construyendo, en armonía con todo alrededor, el silencio apacible, que no suele romperse, salvo por golondrinas, abejarucos, alguna voz, ladrido o un motor lejano y, de noche, un ruiseñor... convierten a este espacio en un lugar sagrado donde, como si del útero materno se tratara, me siento segura, libre y creadora.







Me gusta conversar con las, al menos, siete “diosas” que llevo dentro, auténticos debates con tan dispares perspectivas que no puedo por menos que abrirme a lo posible y dudar de todas mis certezas y en esta soledad enriquecida me atrapo en contradichos sin ninguna vergüenza.

Me hermano con personas capaces de serme tan sinceras que, a veces, hasta duela. Agarro este dolor, me vuelvo a casa y lo pongo, como tema de debate, sobre la mesa. Las diosas que me asisten, tertulianas, lo constatan, el dolor está en mi, no viene del afuera. Todo lo que yo siento, dolor, tristeza, miedo, rabia... lo hemos construido entre ellas y yo y sólo nosotras podemos deshacerlo o mantenernos allí para seguir sufriendo.


Soy adicta al tabaco y la ternura, soy animal de ternura y tengo el privilegio de encontrarla en cada rinconcito de mi vida, en las miradas, en Anxa (la mensaxeira), la gata que me acompaña y que me ama, en toda la infancia que no escapó de mi, que se mantiene y me permite sorprenderme cada cientos de veces que una misma belleza se me repite, en las plantas, en Olmo cuando me mira.... Cachorrito que, junto a Anxa, se han aparcado en mi alma para enseñarme a amar sin tonterías. Ni puedo ni quiero dejar de estremecerme cuando una persona, mayor que yo, se me cruza en el camino, cuando germina una semilla, cuando brota una hojita que anuncia nueva vida... en los abrazos, en la risa, en el dolor ajeno, en los sueños compartidos, construidos en equipo sin otra pretensión que ser equipo.

Creo en mis diosas, que viene a ser como creer en mi, terapia sanadora que yo les recomiendo; y cuando me levanto, casi cada mañana, hablo con ellas frente al espejo y les pregunto: ¿Cómo queréis hoy el día, triste o alegre?. Se pueden suponer lo que responden... Pero yo insisto: ¿Qué cosas nos ponen alegres, con qué actos disfrutamos?, tan fácil como perseguir mis goces y alegrías.



Hoy sé que cada cual tiene sus diosas o sus dioses y que con ell@s se manejan los afectos. A veces nos salimos a buscarlos, nos olvidamos que están adentro....

Me mueve sólo aquello que, sin gastar palabras, se derrama en los actos; y no en actos cualquiera, en actos solidarios, en actos creativos, en actos con amor, amor de equipo... en actos que requiebran por dentro, que tocan el sentir, que duelen cuando gozas, que nacen, necesarios, que me hacen llorar mientras me satisfacen, donde huelo la entrega sin espera, donde las sonrisas, los abrazos, las miradas y el esfuerzo son sinceros, donde mi compromiso es el relajo para jugarme entera y creativa, abierta y receptiva, atenta a las señales que envía el corazón cuando, desde esta honestidad, se abre vulnerable. Actos que tocan emociones porque, como ya he dicho en más de una ocasión, al fin y al cabo, es eso lo que somos, “Emociones con patas”.

Desde mi aventura con el cáncer y dado que antes tuve que gastarme en los desgastes que demos en llamar “urgencias” de la vida (el pago de hipoteca y otras vainas), he decidido, en la medida de mi posible, dedicarme a lo “importante”, como dice mi amigo y hermano Javier Márquez González: “Emocionar, emocionándome”.


La vida es generosa conmigo y me viene trayendo todo aquello que mis diosas y yo le pedimos. A veces me resisto, por eso de la urgencia y ella, mi vidita, que es osada y atrevida, me pega un vapuleo con lo que llamo “patadas en el culo”. La última patada, cáncer de mamas en dos tumores, servidos en bandeja con Lupus, ha sido suficiente para entenderlo. Aquí todo cambió, ya no me resistí, dejando que la vida, la buena, la sabia y generosa me arrastrara, exactamente, a donde yo quería llegar.


De la mano de Javier Márquez me voy a Huelva a conocer al equipo, al Club de Atletismo de San Bartolomé de la Torre y el temerario proyecto emocional: “5 Retos x Huelva” que, como un regalo, me agarra las entrañas, me rompe y recompone, me abre, me inspira, me transforma, me lleva, vagabunda, por el goce, me asusta, me excita... me atrapa desde el sentir del pueblo Bartolino, de sus gentes, me deja amar y sentirme “bienamada”. Proyecto que define exactamente aquello que me mueve, que sin gastar palabras solidarias que sólo llenan bocas y oídos de las misma personas, recorre la provincia dejando toda ella sembrada con las huellas de un grupo de fondistas que vuelcan su energía en cada golpe de pie sobre la tierra, para llegar a meta con el corazón desgarrado entre sus ojos, sus manos y sus labios; que van acompañados y asistidos por parte del equipo que, por la misma razón, también llevo su huella adherida a mi pecho y mis entrañas. Huellas que no borrarán ni el tiempo ni la lluvia, como tampoco han de borrar los gestos de dolor y de alegría, abrazos, sudor, desplome, sonrisas... cada instante, cada emoción, cada detalle... recreados en el magnífico legado que nos deja el objetivo de Carmen Núñez, cuya esencial mirada nos permite ser testigos de todo este proyecto.



No puedo por menos que estar agradecida al pueblo Bartolino, al Club de Atletismo San Bartolomé, a las personas que lo forman, a sus familias que han estado allí, colaborando y apoyando esta aventura y a Triunviral Films que supo plasmar en el corto “el viaje” la fuerza y el coraje que cada personita llevamos dentro y que puede permitirnos vivir la intensidad que nos regala la vida, el alma que han logrado transmitir estos maravillosos “5 Retos x Huelva”.

jueves, 13 de octubre de 2016

Lágrimas, dejadme salir

Atrapado en la desazón y la angustia que me produce, he visto brotar mis lágrimas dejando un surco liberado de profundo pesar. Adentrarse en los miedos que me lleva a caminos insospechados, invadido por la tristeza de tu ausencia, "lágrimas, dejadme salir".





Llorar es un acto físico en el que se derraman lágrimas, pero es también una reacción emocional ante la tristeza, la rabia o la alegría. Alivia tensiones, suaviza la pena o refuerza nuestra propia personalidad. Llorar es algo tan humano que es necesario para ser feliz. Es necesario y nos relaja, aunque nos empeñamos en convertirlo en un tabú social y continuamente recurrimos a escondernos, a evitar que nos vean públicamente llorar.

Sentir y dejarse llevar por las emociones te hace vulnerable, brotando esas lágrimas que nos humaniza, sacando lo mejor de nosotros.


Quiero ahogar mis penas en soledad,
Lágrimas, lágrimas... dejadme llorar.
El duro paso de la vida a la muerte,
castigando mis recuerdos, ausente,
sin querer afrontar el fin.
Aliviando mi tristeza, que me ahoga
Lágrimas, dejadme salir.